viernes, 16 de marzo de 2007

16 DE MARZO DE 2007

Ayer se operó Josesillo, el hermano mayor, de las cuerdas vocales; y, como siempre, lo hizo de buen ánimo. A las dos horas de la operación estaba riendo en la cama; como doña Lola lo hacía, con vaivenes en la gran barriga, en la prodigiosa barriga, a la que habrá que atacar pronto…
Sí, siempre recuerdo así a mi hermano, de buen ánimo; excepto cuando se enfadaba, o molestaba, o quería erigirse en el salvador del mundo con su impronta activista… Y se enfadaba sin saber el resto por qué lo hacía, sin motivo aparente; y es que esa era la grandeza de su forma de ser: no entendíamos cómo se podía molestar, aparentemente por nada, dado su permanente estado de enorme ánimo, siempre sonriente y siempre optimista; y no le permitíamos que en esa actitud permanente se relajase, se desmoronase alguna que otra vez
¡Ya quisiera yo tener ese ánimo vital, esa grandeza de espíritu ante la vida y sus enormes dificultades!
Pero ya no tenemos remedio: somos lo que somos, como somos y seremos ya hasta el final del camino, ese camino sin retorno hacia la nada…
Y ayer también se aprobó, en el Congreso de los Diputados, la llamada ley de Igualdad. En principio no me parece mal el reconocer que existen aún muchas desigualdades; ahora, eso de la paridad por ley me parece reaccionario; no creo en eso; creo en la igualdad de oportunidades para que los mejores estén en los mejores sitios, y me da igual que sean hombres o mujeres; eso es voluntarismo y demagogia… Pero ya sabemos que los políticos sin voluntarismo ni demagogia no tendrían discurso. Sería entonces el reino de la paz y la eficacia políticas, en donde, en vez de estar todo el día haciendo demagogia y diciendo barbaridades, o aprobando leyes voluntariosas y poco realistas, estarían, en cambio, trabajando en lo suyo, resolviendo problemas y planificando la felicidad de los ciudadanos, a los que dicen servir. Y no que nos tienen hasta los cojones con tanta crispación, tanta mentira y tanta demagogia.

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