jueves, 31 de enero de 2019

SIGO CAZANDO NUBES...

Y bajé al mar de enfrente, antes de las aguas; y volví a cazar nubes: ¡fijaos qué hermosura la de los cielos rotos en azules imposibles !!!...
Y leo las memorias de la infancia, adolescencia y primera juventud de Joan Margarit. Y cuenta cómo su abuelo paterno tuvo que dejar bienestar y salir para Barcelona con un hatillo tras quedarse la familia arruinada: su padre, el bisabuelo de nuestro poeta, lo perdió todo jugando a las cartas...
Y he recordado (y ahora ya sé la razón) que mi abuelo (en mi caso, materno, con el que convivíamos mi madre y sus hijos: los abuelos paternos ya no estaban en la vida cuando llegué a aquella) nos prohibió a todos sus nietos jugar a las cartas y a todo tipo de juego de mesa... Y claro, nosotros, los niños de aquel hermoso jardín, nuestro zulo (las preguntas sin respuestas, los silencios, las dudas, nos habían secuestrado la infancia), no entendíamos el por qué de aquella prohibición...
Como el bisabuelo de Joan Margarit hubo, por aquellos entonces, muchas desgracias de familias idas a la ruina por mor del juego... Mi abuelo hizo de padre la mayor parte de nuestras vidas, y educar es enseñar al NO... Sobre todo en aquella generación que tanto había padecido; no ya silencios y dudas ante preguntas sin respuestas, sino una guerra civil espantosa con una terrible posguerra donde el aquel silencio reinó en sus vidas y las nuestras...
Tomo un rosado exquisito con aceitunas; en las afueras los cielos rotos me ofrecen hermosas nubes que anuncian aguas a cántaro. Y ante tanto gozo y temor, la verdad de mi vida me dice que aunque no todo fue de color de rosa, mi vida, y la de mi generación, ha sido muy afortunada gracias a una severa educación y a una memoria legada que nos obliga a renunciar al olvido...




1 comentario:

  1. Qué grata la evocación bajo un cielo tan limpio, tan hecho al sosiego. Todavía no me han llegado las memorias de Joan Margarit a casa, así que guardo intacta la imagen del poeta, esa forma de entender la escritura como una herida en lo biográfico que brota sangre y vida. Al cabo la escritura es eso: traer cerca de nuevo a los que no están, dejar que la piel tome un poco de sol. Un fuerte abrazo desde Rivas, con lluvia en el cristal.

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