jueves, 10 de enero de 2019

COMO TODOS LOS AÑOS...

Como todos los años, he vuelto a caer en un profundo enfriamiento... Todos los años me vacuno contra la gripe, pero no hay año que no coja más de un enfriamiento fuerte que me deja sin fuerzas y complica mi EPOC...

Y lo peor es la congestión nasal, que apenas puedo respirar con un mínimo de normalidad; y los ojos llorosos parecieran de un despechado por su amante...

Y como quiera que en la primera mañana necesité de medicamentos, tuve que salir a la farmacia más cercana de la urbanización, donde me atienden siempre dos farmacéuticas y una auxiliar. La dueña es muy amable, pero es de las que habla mucho como método marketiniano de fidelización clientelar; craso error: ¡espanta al cliente!...
La otra farmacéutica, más joven, es una delicia el sólo verla... Tanto que, cual placebo, es sólo verla y ya encontrarme mejor... Siempre intento que me atienda ella: tiene unos ojos rajados, grandes, y de un color entre verde esmeralda y celeste tímido; un verde azulado como el del mar de enfrente en días especiales...

Y yo muero ahí, a punto de desmayo ante tanta inalcanzable belleza y mi elevada debilidad...
Ella me lo nota y sonríe...

Para entonces, soy un flan casero que baila sin apoyos desbordado de ausencias: las de las fuerzas necesarias para sobreponerme ante el abismo de lo imposible...

Y todo ello con un trancazo de no te menees que te crees que acabarás en redondo en el suelo...

Al cabo, regresas a casa respirando mejor la vida: mi farmacéutica es una samaritana...






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