sábado, 16 de mayo de 2015

UN DÍA CON MIGUEL...

Y me fui a Benagalbón; a pasar el día con Miguel Gómez; a comer ajoblanco con sandía, fideuá, pescaíto... Y pasamos por el vivero, donde una enorme tortuga nos sorprendió con su lenta andadura. Y nos conjuramos en disfrutar de lo único que de verdad poseemos: la vida... Sin tragedias; sólo las necesarias, las que vienen directas; y sin amarguras: es la vida. Y sin miedos a la muerte: vivir es regresar a la nada que siempre fuimos. Allí, donde todo empezó sin saber qué era...
Lo misterioso es que cuando al fin ya sabemos cómo es esto de vivir, de repente, nos llaman a la nada... Pero no pasa nada, porque eso es lo que siempre tenemos presente: que la vida es todo, pero que también es nada...

Mientras tanto, vivir en paz, en libertad y disfrutando de los días que nos quedan; los que ya llevamos dentro y los que los dioses nos ofrezcan de más...

Y llegó la hora del regreso, nos dimos abrazos y besos; nos deseamos suerte y nos emplazamos a un nuevo encuentro. Uno de sus perros me miró con cierta tristeza y melancolía... Y creí que me hablaba (sólo le faltó eso); y creí que me decía que no me marchara, que él también sabía que todo al final será la nada...












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