jueves, 24 de julio de 2008

CRONICAS GALLEGAS (24)

Ayer hizo un mes. Llegué a Galicia el pasado 23 de junio. Y ayer, por tanto, hizo un mes…

Amaneció, de nuevo, cubierto en gallego; es decir, nublado, con algún claror de estío y con alguna nube que desprende orballo; esa prodigiosa y hermosa forma que tiene el cielo de llover en Galicia…

Y cuando me acompañan un café y María del Mar Bonet, que me canta canciones populares mallorquinas, sólo señalar que la temperatura es quizá la de las tardes del último otoño en Sevilla… Y así, salir a pasear con una chaqueta que te resguarde de ciertos frescores en los últimos días de julio, no sólo es un privilegio del que disponen estas tierras; es además, una sutil y eficiente manera de decirnos que no las abandonemos nuncanojamás…

Y así, el peregrino es atrapado aquí de por vida… Y, como el oriundo, es imbuido de la saudade gallega; es la morriña, es el desgarro de la distancia; es la lejanía, es la extrañeza de hallarse lejos de sus más deseados espacios…

Y ya el peregrino, cual oriundo, sólo desea alcanzar siempre y por siempre las tierras más hermosas que los dioses crearon nuncanojamás...

Sí, fue cuando uno de ellos dijo aquello de "hágase el mundo"; y se hizo la tierra... Y siguió diciendo aquello de "hágase la vida"; y se hizo Galicia...

Sí, mis dioses crearon la tierra; y de entre ella, destacó a Galicia... Y lo hizo para mi contento y mi sustento del alma…

Ayer hizo un mes desde que llegué de nuevo a Galicia. Y aún no sé cuando podré partir: la morriña me retiene, adelantada al fracaso de una ausencia insoportable...