miércoles, 23 de julio de 2008

CRONICAS GALLEGAS (22 Y 23)

CRONICAS GALLEGAS (22)

Los informativos de TV y la prensa local lo anunciaban: llegaría el calor esta semana. Y ha llegado para desconsuelo y malestar del peregrino. Afortunadamente, al llegar el atardecer sobre la ría de Pontevedra, en esa hora de los agotamientos, refresca, se mueve el aire y se levantan vientos suaves que refrescan los cuerpos deshidratados...
Y cuando está a la espera del reencuentro diario con la niña gallega con quien tanto quiere, con quien tanto comparte y con quien tanto goza de las tierras de Cunqueiro, recibe noticias de Málaga: le han instalado, al fin, las bibliotecas que encargó para recibir el resto de los libros de Sevilla que están preparados en cajas para su envío. Y así, definitivamente, pondrá fin a lo que siempre deseó: en su peregrinaje, necesita tener cerca sus libros, todos aquellos con los que ha vivido y disfrutado su vida; una vida dedicada a la utopía de alcanzar la plenitud estética...
Coincidiendo con la confirmación malagueña, recibe también el peregrino la llamada del transportista, con quien quedó para realizar el transporte en cuanto alcance el mar Mediterráneo, su otro mar, el de su infancia, el de su paraíso perdido donde practica el exilio interior en su condición de lobo estepario...
Los informativos de TV y la prensa lo anunciaban ayer: hoy llegaría el calor...

CRONICAS GALLEGAS (23)

Baja a A Barca, donde deja el coche para el regreso. Temprano comenzó la madrugada a llover: el ruido del agua en la Velux le despierta, pero le consuela saber que llueve... Y cuando al fin salta de la cama, cuando eran las 9,15 horas del día, disfruta al comprobar que hace fresco, que bajaron las temperaturas y que la ciudad de Pontevedra amanece cubierta de una suave y débil niebla que la colma de hermosura, sosiego y cierta tristeza sutilmente melancólica, y que embelesa al peregrino...
Y cuando inicia su diario peregrinar por los rincones de la más coqueta ciudad del sur de Galicia, camino de su reencuentro diario con la niña gallega de su alma, y atravesando el puente cubierto para los peatones, le llegan olores a tierra mojada, a jara, a agua (dicen que es inodora, pero a mi el agua me huele; y me huele a vida, ese olor que te llena de la felicidad que se necesita para sobrevivir en este mundo de los otros...); olores que quedaron para siempre en su memoria, aquella estancia del cuerpo donde guardamos lo que verdaderamente nos conmovió, nos hizo y nos rehizo en lo que somos y que ya para siempre seremos...
Y así, si desde sus estancias, al mirar por las ventanas, al peregrino le pareciera vivir entre Pedregalejo (Málaga) y/o Lisboa, al atravesar esta mañana el puente de A Barca, con el frescor de hierbas y aguas olorosas en vida, el peregrino al fin alcanza la plenitud al gozar de su transitorio viaje a los años de su infancia, donde cree que siempre fue feliz...

La mañana amaneció fresca y con olores a tierra mojada por el agua de la vida...
Y la niebla sobre la ciudad imponía un manto de belleza suavemente reclinada hacia la hermosura...