El viento suave trae frescuras que se agradecen... Y aunque a lo largo del día subirán las temperaturas, al atardecer, cuando los cielos enrojecen de timidez y de hermosura, volverán los vientos a suavizar nuestra existencia...
Y hoy, cuando recibo un texto del hermano mayor recordando que hace cuatro años recorrimos todos un túnel (fui el primero de la familia en enterarme: andaba por Mondaríz, en mi peregrinaje anual por las tierras gallegas y recordando a mi querido Pedro, por donde anduvo el año anterior...). Un túnel donde, al fin, vimos la luz. Un túnel que ya habíamos transitado con Modesto, y cuyo final exitoso ya conocíamos...
Es cierto que a todos se nos cambió el mundo, pero volvimos a ver la luz...
Y hoy, cuando también leía a Claudio Rodríguez en un verso que dice que "sólo se olvida lo que no se quiere", desde la tierra de Rosalía de Castro, desde el sosiego que me producen estas tierras, deciros que la memoria del peregrino es también selectiva y hace lo que el hermano Rafael: lo malo en nuestras vidas, lo que de espanto hubo en ellas, se me fue de viaje....
Y aunque es verdad lo que decía Borges que "sólo una cosa no hay, es el olvido", yo, peregrino de la hermosura, sólo recuerdo lo que me ayuda en aquel mi peregrinaje hacia la plenitud de la belleza y del sosiego...
Y así, los días van y vienen para el gozo y sustento del vivir y estar en el mundo, mi mundo, el que busco denodadamente para sobrevivir en aquel del común, el del odio, de las guerras, de la soberbia, de la envidia, de la mentira, de la mezquindad, del terror, del horror, de la barbarie, de la mediocridad, de las enfermedades y de la miseria...
Como aquel que anduvo por el Jordán, donde Juan bautizaba, yo ando por el Lérez, por el Miño, donde me bautizan mis dioses. Y mi reino tampoco es de este mundo; mi mundo es el que busco, el que ansío, por el que lucho constantemente conmigo mismo y con los demás; y, también, contra mí mismo y contra los demás: muchas veces me odio; me odio por no ser más fuerte, por sucumbir ante cualquier adversidad, por mi intransigencia ante la realidad mezquina y cruel, ante cualquier contrariedad, ante cualquiera constatación de la miseria humana...
Como en aquel día de hace cuatro años que creí que no volveríamos a salir del túnel... No sólo salimos, una vez más, sino que aquellos episodios oscuros y dolorosos siguieron su viaje hacia la nada, la nada que queda en mi memoria, más allá de lo que me hizo y me hace lo suficientemente feliz para sobrevivir y renacer cada día al mundo, a la vida, a los asuntos...
Y ya sólo soy feliz en mi peregrinaje constante hacia la utopía de la belleza total; en el camino, mucha melancolía; pero también, mucha ternura y mucha solidaridad...
El viento suave trae frescuras que se agradecen...