Hubo un tiempo, en un país, que soñábamos con la libertad y la democracia...
Recuerdo aquel viaje que hice a Francia con 18 años y aquellos descubrimientos de otros mundos que aprendimos a amar en sus canciones y sus poetas...
Recuerdo aquel viaje que hice a Francia con 18 años y aquellos descubrimientos de otros mundos que aprendimos a amar en sus canciones y sus poetas...
Y hubo poetas y cantautores españoles que nos hablaban de la vida, de la belleza, del mar y de la libertad...
Y yo les creí...
Y yo les creí...
Uno de aquellos poetas fue Miquel Martí i Pol, del que leí unos versos que me han acompañado siempre:
"...Y envejeceremos deprisa,
porque nada cansa tanto como lograr
en un solo año todo lo que anhelábamos."
porque nada cansa tanto como lograr
en un solo año todo lo que anhelábamos."
Sí, eran años de tantas novedades y prisas, de tanta información a borbotones, que llegamos a un cierto empacho, cuando aquellos años del desencanto tras los primeros descubrimientos de la condición humana y sus miserias...
Hoy, ahora que ya no tenemos remedio, el desencanto de entonces adquiere un escalafón demasiado elevado; por melancólico y cruel: saber que aquel cantautor que tanto perseguí y tanto oí, de manera cómplice, tanto hasta llegar a cenar con él una noche inolvidable en Málaga, aquel Lluis Llach que cantó a Miquel Martí i Pol como nadie lo hizo nunca, aquel que nos hablaba del mar, de la vida y de la libertad, sea hoy uno de los aliados de los del 3% de la Cataluña que tanto amé y tanto me ha decepcionado; llegar a vivir y saber de esto, reconozco que sí, que me ha hecho demasiado daño: porque ha profundizado aún más mi eterno escepticismo en formas de derrota...
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