Ayer estuvimos en el campo, en el campo de Tolox, a donde la fuerza de la memoria nos lleva siempre; a sus verdes plateados, a sus olivos; a su arroyo, a su alberca y a sus amarillos; a sus juncos y cipreses; y a sentirlo, a retomarlo: aunque ya nada es igual ni somos los de entonces, aquel campo lo llevamos metido en las entrañas; por eso regresamos de una manera inevitable...
A cambio, nos tranquilizamos y nos reconocemos: en sus laderas, en sus montes, en sus lindes y en sus cielos rotos ya de primavera...
Nunca podremos olvidar lo allí vivido, lo allí sentido, lo allí amado...
Como tampoco nunca podremos dejar de regresar allí, al origen, al mundo que conocimos allí y que se llamaba vida...
A cambio, nos tranquilizamos y nos reconocemos: en sus laderas, en sus montes, en sus lindes y en sus cielos rotos ya de primavera...
Nunca podremos olvidar lo allí vivido, lo allí sentido, lo allí amado...
Como tampoco nunca podremos dejar de regresar allí, al origen, al mundo que conocimos allí y que se llamaba vida...
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