(Para todos mis amigos que se dedican a la enseñanza pública -y a la educación en general- mi respeto y mi admiración; y mi desprecio para todos aquellos que critican la educación pública y aplauden a los que nos quieren regresar al nacional-catolicismo de entonces)
Son ya muchos los comentarios volcados sobre la necesidad de una educación pública para las sociedades tan desiguales como la española y para una ciudadanía que venía de una dictadura y con elevadas tasas de analfabetismo en amplias capas sociales del país.
Muchos de los que nacimos en la posguerra -y a los que nuestras familias pudieron darnos una educación digna para con aquellos tiempos- fuimos educados por nuestra gente con mucho sentido de la responsabilidad, de la solidaridad; y nos recalcaban casi a diario que éramos unos privilegiados; y que teníamos que darle gracias a dios -no creíamos ya muchos en su dios; pero ellos sí, y siempre lo respetamos: yo provengo de esa cultura; otra cosa era el clero y el nacional-catolicismo- por haber nacido en una familia que podía darnos lo que pocos podían tener...
Mi madre nos lo recordaba siempre que llegábamos los fines de semana al pueblo y veíamos tanta miseria y tanta pobreza...
Pero ha bastado una generación para creer a aquellos que nos vociferaban que éramos ricos, y que España era una nación grande, que ya nos decían aquellos desalmados, y para revisar, de camino, conceptos tan fundamentales como la educación pública para llevarla a sus nuevos negocios tras el ladrillo; aquella educación pública que ha hecho de nuestra juventud la más avanzada en conocimientos y preparación de toda su historia.
Y desde ese dolor que supone revisar tan pronto lo que sólo ha sido iniciado, mi denuncia de tanto discurso reaccionario, cruel y peligroso, que encima es aplaudido por capas sociales que provienen, apenas en una generación, del espanto, del horror y del analfabetismo...
Y mi rechazo también a tanto crítico de pacotilla para con la educación pública, cuando ellos han sido unos privilegiados al poder optar por la educación privada pudiendo haberlo hecho por la pública; ese ejercicio de la libertad que no tuvieron otros, los que no pudieron estudiar porque no tenían medios sus padres, o los que sólo podían pagar la privada porque la pública no existía...
Mi madre siempre nos dijo la verdad; y nos recordaba casi a diario que éramos unos privilegiados y que teníamos que darle gracias a dios...
Y siempre nos lo decía en otoño, como la recuerdo hoy...
Son ya muchos los comentarios volcados sobre la necesidad de una educación pública para las sociedades tan desiguales como la española y para una ciudadanía que venía de una dictadura y con elevadas tasas de analfabetismo en amplias capas sociales del país.
Muchos de los que nacimos en la posguerra -y a los que nuestras familias pudieron darnos una educación digna para con aquellos tiempos- fuimos educados por nuestra gente con mucho sentido de la responsabilidad, de la solidaridad; y nos recalcaban casi a diario que éramos unos privilegiados; y que teníamos que darle gracias a dios -no creíamos ya muchos en su dios; pero ellos sí, y siempre lo respetamos: yo provengo de esa cultura; otra cosa era el clero y el nacional-catolicismo- por haber nacido en una familia que podía darnos lo que pocos podían tener...
Mi madre nos lo recordaba siempre que llegábamos los fines de semana al pueblo y veíamos tanta miseria y tanta pobreza...
Pero ha bastado una generación para creer a aquellos que nos vociferaban que éramos ricos, y que España era una nación grande, que ya nos decían aquellos desalmados, y para revisar, de camino, conceptos tan fundamentales como la educación pública para llevarla a sus nuevos negocios tras el ladrillo; aquella educación pública que ha hecho de nuestra juventud la más avanzada en conocimientos y preparación de toda su historia.
Y desde ese dolor que supone revisar tan pronto lo que sólo ha sido iniciado, mi denuncia de tanto discurso reaccionario, cruel y peligroso, que encima es aplaudido por capas sociales que provienen, apenas en una generación, del espanto, del horror y del analfabetismo...
Y mi rechazo también a tanto crítico de pacotilla para con la educación pública, cuando ellos han sido unos privilegiados al poder optar por la educación privada pudiendo haberlo hecho por la pública; ese ejercicio de la libertad que no tuvieron otros, los que no pudieron estudiar porque no tenían medios sus padres, o los que sólo podían pagar la privada porque la pública no existía...
Mi madre siempre nos dijo la verdad; y nos recordaba casi a diario que éramos unos privilegiados y que teníamos que darle gracias a dios...
Y siempre nos lo decía en otoño, como la recuerdo hoy...
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