lunes, 27 de octubre de 2008

CRONICAS GALLEGAS (DE OTOÑO)

22 DE OCTUBRE

Son las 23,30 horas. Agotado....
Salí de Calahonda a las 8 horas de hoy. Aunque llovía, tenía la esperanza (basada en los pronósticos) de que a través de Portugal tendría un viaje tranquilo en lluvias. Y así ha sido; pero para mi se queda el miedo que pasé en Los Barrios, camino de Jerez y Sevilla (el miedo es siempre un sentimiento basado en la impotencia frente a la enormidad de una fatalidad cierta; como lo era la espantoso y fuerte lluvia que he padecido en la mañana).
Pero al fin conseguí sortear tan tremendo pavor: la lluvia me acompañó, escasamente amenazante, hasta Mérida. Al salir de Mérida, camino de Badajoz-Elvas-Estremos-Evora-
Santarém, la lluvia cesó para siempre y desde entonces me acompañó un sol agradecido y suave como una caricia... Eso sí, el viento enfurecido y persistente exigía prestancia en el volante, aunque gracias a él el sol se iba imponiendo con fuerza, llevando las nubes a la España que iba dejando al lado...
Y llegué reventado; tras 1.200 km; tras mucha tensión; tras una noche de tensión por el viaje a mi Ítaca, cual Odiseo homérico...
Y quisiera deciros de la belleza de Portugal... De mis guiños a la Lisboa que dejé a mi derecha, la lisboa siempre revisitada; de mis recuerdos de Elvas, por donde anduve siendo estudiante con un Juan Carlos Rodríguez Ibarra, por entonces desconocido; fue una comida con Tere Onieva, y con Paco Fuentes, de Jerez de los Caballeros y que conocí en Sevilla a través de Tere; en la Pousada de Elvas...
¡Qué tiempos, y cuánto ha llovido desde entonces!... Como llovió hoy...
Y quisiera también deciros de la belleza de los montes y valles portugueses a la altura de Fátima, esa meca de cierta ilusión milagrera más allá de mezquinos fanatismos, tras cruzar el Río Texo, el gran río de España, el Río de Lisboa, a la altura de Santarém, aquella ciudada que visitó y narró Almeida Garret, al que quise como antepasado d emi mayordomo Rogelo Garret, tan portugués como mi alma... Y d ela belleza de los Castelos portugueses de Leira, de Montemor; y hablaros de Ponte de Lima, la ciudad más antigua d ePortugal; y de Braga, la más barroca, ese barroco manuelino portugués y que tanto me sobrecoge...
Y también quisiera deciros de la belleza sentida y la emoción contenida al cruzar los grandes ríos espñoles del occidente: el Guadalquivir por Sevilla, el Guadiana por Extremadura, el Texo (Tajo) por Santarém, el Douro Duero) por Porto (Oporto) y el Minho (Miño) por Valença y Tui...
Y también quisiera deciros de mi bienestar y contento tras esta hazaña... Pero estoy muy cansado y casi sin fuerzas... Sólo las suficientes para llamar a Elena y a los hermnaos: llegué sano y salvo a la tierra prometida, a mi Ítaca particular...

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