domingo, 22 de septiembre de 2024

EL LIBRO DEL SOSIEGO DE ROGELIO GARRET: el otoño de las rosas

Dicen que ya es otoño; quizás la estación que siempre trajo los cambios más importantes de mi vida. No sólo vine al mundo en este tiempo del mundo; también durante el otoño cambiaban los asuntos más importantes de mi vida, pura casualidad, pero así fue... Como un otoño de rosas, mi vida se transformaba en espacios, en paisajes o en sentimientos…
Pensando en esto del tiempo oigo sonatas de piano románticas… Se acerca Rogelio sigiloso, y me asusta…
—Pero bueno, Rogelio, ¿esas son formas de entrar?…
—Perdone, señor… Sólo quería saber si le preparo algo especial para conmemorar este nuevo otoño?…
—Gracias, pero no tengo hoy mucho ánimo: ya sabes que cuando llega este tiempo me inunda una profunda melancolía; pero no una melancolía al uso, no… Una melancolía como de tiempo perdido y ya irrecuperable… No de tristeza; pero sí de derrota…
—No empiece, señor; no me asuste como cada otoño… Por cierto, me extraña que no se vaya de viaje como siempre hace por estas fechas para mitigar ese estado…
—Sí me iré, pero no lo haré tan pronto como desearía... Aún no puedo, compromisos familiares me atarán durante un tiempo por aquí…

—La verdad, señor, que ya no se puede ir a ningún lugar, me sigue comentando Rogelio; la masificación turística, la locura de este nuevo milenio de mochilas y vulgaridad, hacen imposible disfrutar de cualquier viaje… Vaya por donde vaya todo es un espanto y un insoportable paisanaje… Esa estética de los tatuajes hasta en el cielo de la boca; esa mala educación ciudadana; esa forma tan tópica de viajar, tan banal, viajar para hacer la tópica y típica foto del lugar para subir a redes sociales como diciendo “yo estuve allí”!!!!… Señor, entiéndame… Eso no es soportable para nadie; y menos para alguien como usted…
—Vaya, ¿y yo cómo soy?…
—Señor, ¡¡¡no me tire de la lengua!!!…
—Bueno, sí que es cierto que no soporto tanta gente por todo lugar… Mucha gente me dice que es la edad… Pero no es la edad, como sabes… Siempre fui así, siempre… Desde los años de la infancia no soporto las aglomeraciones, la "gentrificación" que ahora llaman, esa cursilada de palabra… Quizás siempre he sido temeroso de todo ser humano; si, para colmo, se me aparece en masa, en “bulla”, como llaman en Sevilla al fenómeno de las aglomeraciones, entonces me voy, me evado, huyo o desaparezco de todo lugar… Respecto a los tatuajes, qué decirte que ya no sepas de lo que pienso y siento… La globalización, como todo fenómeno social, no es unidireccional, en el sentido de que no todo lo que ha traído es bueno para el hombre; en concreto me refiero a Europa occidental, único territorio donde nunca me he sentido extranjero, salvo en estos últimos tiempos, un tiempo de revisiones y regresos al pasado más siniestro y terrible de aquella Vieja Europa Occidental…
—¡Qué le voy a decir, señor!!!… Ya sabe que siempre he sido conservador, pero no entiendo a los conservadores de hoy, tan egoístas, tan incultos, tan fulleros, tan ladrones, tan reaccionarios hasta en sus formas… Como me dijo una vez mi señor de Kensington, donde, como sabe, llegué a ser su mayordomo, los aristócratas ingleses, incluso los burgueses conservadores, lo son porque tienen muchas cosas buenas para la civilización que conservar, a pesar de tanta desigualdad social... Muchos aristócratas, la gran mayoría, fueron grandes benefactores para con sus conciudadanos menos favorecidos, toda vez el sistema de propiedad privada que rige el mundo creaba y crea aún hoy mucha desigualdad...
— Eso es evidente, querido Rogelio…. Hasta la segunda mitad del pasado siglo no nace el Estado del Bienestar, un sistema que ha suplido el papel de aquellos benefactores creando una sociedad con menos desigualdad, pero que, aun habiendo hoy en el occidente democrático una gran mayoría de clases medias con cierto nivel de bienestar superior a cualquier etapa anterior del hombre en la tierra, nunca termina de consolidarse este modelo de dignidad humana… Es más, hay signos evidentes de que el mundo de hoy está poniendo en peligro aquellos avances conseguidos en la redistribución de la renta, la educación universal, la salud, etc…
No había terminado de hablar y me di cuenta de que Rogelio estaba bostezando con los ojos cerrados…
—Rogelio, despierta… ¡Que te has quedado dormido!!!… No has oído nada de lo que he dicho…
—Perdóneme el señor, pero es que esta noche no he dormido bien… Otra vez el insomnio… Bueno, a lo que vine… ¿Qué desea que le prepare para almorzar hoy?…
—Nada, no te preocupes… Salgo a tomar el aperitivo y picaré algo… Y tú, acuéstate… Échate una buena siesta que esta tarde tienes fútbol… Juega el Arsenal, el equipo de tu señor de Kensington, contra el Manchester City…
—Gracias, señor… Eso haré… Por cierto, ¿nunca le dije que el padre de mi señor fue cofundador del Arsenal?…
-No empieces… Come algo y échate una buena siesta…
Y así fue pasando la mañana, ya tarde de este nuevo otoño; como un otoño de las rosas…
EL OTOÑO DE LAS ROSAS
Vives ya en la estación del tiempo rezagado;
lo has llamado el otoño de las rosas.
Aspíralas y enciéndete. Y escucha,
cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.
(Francisco BRINES: El otoño de las rosas. Renacimiento. Sevilla 1986)


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