sábado, 26 de octubre de 2019

CARMEN "LA BOTA"

Mi infancia y la de mis hermanos no se entendería sin una familia de Tolox: Juan y sus hijos... Juan, apodado EL BOTE (esas cosas de los pueblos y sus apodos) era el encargado del campo de mi abuelo materno Modesto Vázquez y sus asuntos; aquel campo de nuestras vidas... Pero más allá de todo nos quisieron, tanto Juan como sus hijos, con locura; podríamos decir que eran parte de nuestra familia...
Sus hijos varones faenaban con el padre en el campo, más allá de alguno que emigró temporalmente a Alemania y/o Suiza en aquellos años de silencios y derrotas...
Sus hijas, casi todas, pasaron por la casa de mis abuelos -ya en Coín-para labores de casa o de crianza y cuidado de nosotros, los nietos del abuelo Modesto, que trasladó la botica a Coín durante la guerra tras las atrocidades que hicieron los nacionales al llegar a Tolox al cabo de los pocos meses del inicio de la guerra y quedar plaza en Coín para abrir una nueva farmacia...
Carmen, La Bota, una de sus hijas, vino a cuidarnos a los mellizos recién nacidos y a mí, los tres más pequeños de los seis que éramos por entonces... Vivíamos con los abuelos maternos por razones que no vienen al caso y mi madre no daba abasto con tanto hijo y tanto silencio de tragedias: siempre he respetado la memoria y el silencio de los míos, esos silencios o esas formas clarividentes de hablar que tienen siempre todas las tragedias...
Mi infancia y las de mis hermanos mellizos no se entendería sin Carmen La Bota; vino a cuidarnos, a darnos de comer, a vestirnos, a dormir con ella por si los miedos de la noche y sus fantasmas...
Hoy, estando en el mar de enfrente tras tomar unos deliciosos churros he sabido la noticia: Carmen ha muerto... Padecía de alzheimer y al fin ya descansa...
En un rato salgo para Tolox, para despedirme de ella, que tanto nos quiso y tanto nos cuidó y que nunca jamás le agradecimos lo suficiente tanta ternura y afecto de una mujer, apenas joven, casi adolescente, que tuvo que abandonar su familia para cuidar de otros niños que no eran los suyos; pero, al cabo, sí fuimos sus niños y nos quiso con locura, con esa pasión de la verdad y de lo eterno por auténtico. Como tampoco nosotros nunca jamás lo hemos olvidado y siempre fue y será nuestra Carmen La Bota, como una segunda madre para los niños del jardín...
Nunca el olvido, querida Carmen... Y descansa en paz, que te lo has ganado...


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