domingo, 4 de enero de 2009

LA NOCHEVIEJA

Termina 2008, un año que pasará a la historia como el año donde la desvergüenza de los poderosos alcanzó límites insospechados hasta la fecha. Los que desde que vinimos al mundo recelamos de la capacidad del hombre para implantar justicia, libertad y honestidad para con todos los seres humanos que vienen a la vida, nuncanojamás habíamos imaginado que aquella incapacidad fuese tan transparente como desvergonzada en sus objetivos. Y una vez más, los que sabemos que todo es una gran mentira menos los sentimientos más profundos, aquellos de ida y vuelta para con las almas que más necesitamos para sobrevivir, tenemos que refugiarnos en nuestros paraísos perdidos y en el mundo que ya sólo nos consuela: el mundo del arte, de la belleza y del amor. 
Y así, si los que desde los principios de la vida venimos soportando todo tipo de manifestaciones ordinarias de la humanidad vulgar ("odio la humanidad vulgar", decía Pessoa), ya sólo nos queda refugiarnos en el arte, en la creación, y en las  nuevas tecnologías como instrumento de conexión para con la belleza y solidaridad que -por suerte- aún queda en la naturaleza humana de los hombres de buena voluntad.

Y así, mientras tantos dicen que se divierten celebrando la entrada del nuevo año, aquí permanezco, en mi casa, cual lobo estepario esperando que 2009 traiga la buena nueva para todos los hombres de buena voluntad, pintando (para Elena, a la que siempre deseo lo mejor), oyendo música (por cierto, no hay que perderse mañana el Concierto de Año Nuevo de todos los años, desde Viena) y leyendo a Paul Morand en sus VENECIAS. 

Sí, aquí permaneceré, en casa, celebrando, como otro día más, la alegría por vivir, pues al fin y al cabo a cierta edad no se cumplen años sino días, lejos de la enorme humanidad vulgar, y oyendo el sonido de la casa, porque también en "mi casa, el sonido de mi casa es el mar" (Juan Cruz)...

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