I
La tarde ventea y tiembla
como un suspiro
al amanecer del abismo.
El cielo grisea y renuncia:
donde habita la tristeza.
Es la tarde que inicia el declive,
y la piel renuncia al cuerpo.
II
Hoy podría decir que vivo para ti;
y es cierto, como antes para otras...
Nada nuevo, entonces.
¿O quizá sí?
Sí, se podría decir que siempre viví para ti:
tú, la esperanza en cierta tranquilidad
para conmigo en el mundo...
III
El mar se asoma cada mañana,
y viene a verme todos los días.
Como yo ya antes con los cielos,
cuando al amenecer en él me refugiaba;
al clarear el día;
al comenzar la mañana.
IV
Llega la negra noche de invierno,
agotada de tanta hermosura.
Y llega con los vientos,
a sabiendas de que sin ellos
no alcanzaría jamás su lugar en el mundo.
Porque nunca antes,
ni tú ni yo, ni nadie,
supo de tanta necesidad:
el día fue tan hermoso,
que la noche sólo pudo llegarme
arrastrada por los vientos...
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