Siempre me gustaron las tardes-noches cuando llegaba el otoño… Las mañanas, por el contrario, las encontraba tan menesterosas siempre que me impedían disfrutarlas: eran los años de las obligaciones y los asuntos...
La noche, entonces, poco a poco llegaba en silencio y, como aquellas mujeres que nos conmovieron y se nos agarraban fuertemente a nuestras entrañas, el mundo se nos presentaba con toda la vida por delante y todo su empeño en aquel tiempo también…
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