domingo, 27 de diciembre de 2020

POCO A POCO SE VA LA NAVIDAD...

Poco a poco los días obligados se van marchando... Lentos, pero sin pausa...
Si no he mitificado nunca a nadie -salvo disfrutar de los creadores de belleza y reconocer el talento para crear sus hermosas obras-, con más razón no mitifico al tiempo y sus tradiciones. La vida, el tiempo que nos permite vivir (sólo somos tiempo), es lo único que poseemos y es nuestra, nunca colectiva: todo hombre, toda mujer, es un ser único. Sociable, sí; pero libre y solo...
Y así, el 24 de diciembre (al fin ya pasado) es para mi un día cualquiera más de mi vida, de mi tiempo... Por suerte, a los míos y a la gente que me importa, aquel colectivo del que participa mi vida, los veo cuando quiero verlos y mi estado físico-mental me lo permite y pide... Y la gente que se me fue la recuerdo a diario... No necesito, pues, la Navidad para hacerlo y sentirme más solo, o saber que sigo estando muy solo... Porque somos tiempo, sí; pero también somos solos...
El 31, que pronto llegará, es una vulgar manada que acaba en botellona y una gansada familiar cercana al ridículo colectivo, desinhibido por la ingesta de alcohol u otras drogas... No necesito de aquella vulgaridad para celebrar mi vida y la de mis gentes, pues lo hago a diario... Sí, no hay mañana que no recuerde a los míos; los que están y los que se me fueron de manera definitiva. Y celebro la vida a mi modo: en silencio con los idos; conversando y/o conviviendo con los vivos...
Y es que a los míos -y a la gente que me importa- siempre los tengo cerca o los busco en la distancia...
Dejo la fiesta de los Reyes por ser más propia de los niños; a veces pienso que nunca fui niño feliz; de mi infancia recuerdo a menudo mucha tristeza, dolor y muertes prematuras que me marcaron para siempre...
No, no necesito excusas colectivas cual borrego para disfrutar de mi vida, de mi tiempo... A pesar de que a veces sienta que me voy quedando más solo con tantas ausencias... Unas ausencias que cuando se hacen presencias se convierten en 'saudade', ese hermoso estado emocional galaico-portugués que Manuel de Melo (Lisboa 1608-1666) definió como "bem que se padece e mal que se gosta" (bien que se padece y mal que se disfruta)...
Como un corazón que llorara de alegría...



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