UNA cosa ya parece claramente inevitable: cuando se supere la crisis global del Coronavirus que nos atormenta, el mundo no volverá a ser el mismo...
Las naciones líderes de aquel mundo que acaba se han visto muy vulnerables estos días y, sobre todo, como ausentes de certezas y repletas de dudas...
Y los ciudadanos hemos alcanzado -al fin- el nivel moral que la Naturaleza nos exige: todo tiene un límite, y el consumismo con crecimientos exponenciales en usos y abusos de recursos naturales, en un mundo globalizado y ya muy pequeño, superpoblado y enormemente desigual, ha hecho concluir intelectual y moralmente a muchos ciudadanos, sobre todo a aquellos con capacidad de liderazgo social y/o emocional, que un mundo así no tenía mucho futuro...
Por último, subrayar que este tipo de crisis tiene algunos beneficios que vemos estos días renacer: conceptos como la solidaridad humana, la empatía y compasión ante todo sufrimiento ajeno y, sobre todo, la convicción de nuestras escasas fortalezas como animales que somos en un mundo muy diverso en especies y que nos obligan a posponer asuntos ficticios, falsos, malvados y construidos sin sentido, como el racismo, la xenofobia, el machismo, el populismo y las fronteras que nunca han existido salvo por imposición de unos pocos poderosos...
Hoy sigo siendo más escéptico que ayer (la vida es un camino hacia el escepticismo total de la nada); pero hoy tengo más certezas en que se está en el camino de rectificar errores y mentiras del pasado...
La luz de tus ojos, si los abres, amanece...
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