ETA ha marcado a mi generación de manera inevitable. Tras la amnistía siguió matando, entonces supe, al fin, que sólo era ya un negocio político-empresarial de la pequeña y mediana burguesía vasca, representada por un jesuita metido en política y reaccionarios obispos independentistas xenófobos y supremacistas (hablaban hasta del ADN vasco).
Desde entonces, si ya antes nunca comprendía qué sentido o fin tenía el terror como vía política, se me agudizó el rechazo hacia ETA y su siniestro mundo, avalados por un PNV que miraba para otro lado; como hacía también la Iglesia, mientras exigía más y más competencias del Estado español, esa forma siniestra de alcanzar poder...
Hace 25 años ya lo mató la ETA...
¿Por qué?...
¿Para qué?...

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