No admito a estas alturas de mi vida son lecciones de moral de nadie, salvo de un puñado de personas que forman parte de mi verdad y de mis sentimientos...
Nuestros representantes, políticos o sociales, sólo tienen que hacer una cosa: que cumplan con lo que tienen entre manos que para eso los hemos elegido. Y aquel que se equivoca gravemente causando un enorme malestar a sus representados, que dimita. Y si mete la mano, se dimite y que sean los tribunales los que castiguen el delito...
Nadie es perfecto porque el sistema, la vida, el mundo no lo son... Pero lecciones morales, ninguna; salvo, repito, las de la gente que me importa y que forman parte de mi vida.
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