sábado, 24 de octubre de 2020

CURRO Y JOSÉ MIGUEL YA DESCANSAN EN LA ERMITA

Cuando la primavera, cuando mayo y la juventud, subíamos a la ermita de Coín… Una pequeña iglesia barroca que se adornaba de flores como jamás, nunca, ninguna otra iglesia del mundo… Allí pasábamos el día; o la tarde, y tomábamos altramuces que vendían en la casa del ermitaño, hoy desaparecida... 

En aquel hermoso lugar, durante el mes de mayo, permanecía la Virgen de la Fuensanta, la Patrona de Coín, que regresaba a su Iglesia el primero de Junio, tradición que permanece...

Era siempre una hermosa excursión a través del río Pereila, afluente del Río Grande, a su vez afluente del Río Guadalhorce… La ermita, recostada en una montaña ya cercana a Guaro y Monda, presidía aquel hermoso Valle del Guadalhorce, desde donde se divisaba con nitidez el pueblo de Pizarra debajo de su imponente piedra rojiza, así como el adentramiento hacia la bahía de Málaga, donde muere aquel Río Guadalhorce que más de muchas veces se desbordaba e inundaba las carreteras de acceso a Málaga capital desde aquel Valle del Guadalhorce, el valle de nuestras vidas...

Ayer, cuando aún sin primavera (un bicho nos la robó este año), subimos unos cuantos amigos, algunos coineños y familiares, de nuevo a la ermita de Coín. No era mayo; no estaba abierta la iglesia barroca llena de flores con olores irrepetibles y grabados en nuestra memoria colectiva; no, no era la alegría de subir a la ermita como cuando entonces; era cumplir la voluntad última de nuestro amigo Curro Moreno: esparcir sus cenizas en los campos de Coín por entre los arbotantes de la ermita de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Coín, su pueblo y el mío…

Nuestro Curro Moreno ya descansa donde ya antes descansaba nuestro José Miguel Faura… 
Poco a poco todos nos iremos yendo; allí, adonde nunca el olvido…

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