viernes, 12 de junio de 2020

EL LIBRO DEL SOSIEGO (IV)

-¡Señor, el crepúsculo!!! Y póngase algo que la tarde ha refrescado...
-Gracias, Rogelio... Por cierto, qué azul más hermoso ha quedado; como celestes adolescentes; tímidos antes de enrojecer sus nubes...
-Por cierto, Señor... Ya vi las fotos de la visita y cena con sus amigos... Supongo que pasaron una agradable velada...
-Pues sí, querido Rogelio: la amistad es un don que los dioses conceden y muchos no saben valorar... Para mí es un bien superior al amor de pareja, pues no hay más que verdad en el sentimiento de la amistad. En otro tipo de relaciones humanas hay, más allá de amor y solidaridad, intereses de todo tipo latentes; en cambio, en la amistad todo es desinterés y verdad... Hablo de la amistad cierta, no eso que tanto se lleva de 'conocido', sentimiento que más tiene que ver con intereses personales que con el verdadero sentimiento de la amistad... Y es curioso cómo a lo largo de la vida de muchos se dice aquello de que por mor de las distancias se van perdiendo amistades; sostengo que las amistades aquellas no serían tales, sino conocidos atados por intereses ocultos. Cuando la amistad es de verdad y honesta, es eterna, de por vida... Y ya puede haber distancia y más distancia, que aquel verdadero sentimiento de la amistad perdurará siempre y para siempre en nuestros adentros... Y yo, lo reconozco públicamente, he sido un afortunado en esto: mis amigos de Sevilla, la ciudad donde más tiempo he vivido, ahí están, a pesar de mi regreso a Málaga. Y si volviese a Sevilla, sería como no haberme ido. Y así, mis amigos de Málaga, aquellos que dejé durante años sin vernos, aquí están, cerca siempre y conmigo...
-Señor, es usted un afortunado; yo, por mor de mis asuntos profesionales, no he tenido amigos; los altos niveles de exigencia de mi profesión me lo han impedido; pero de seguro que lo que me cuenta debe ser un verdadero sentimiento superior al del amor convencional... Y le felicito por haber conocido ese tan sutil y refinado sentimiento...
- Bueno Rogelio, de seguro que en Kensington tendrías fines de semana de descanso y conocerías a gente interesante, ¿no?...
-Sí, claro, Señor; pero eran eso, conocidos... Nunca fueron verdaderos amigos; recelosos todos de sus trabajos y bienes, nos unía la necesidad de salir y entrar con gente distinta a la del trabajo... Lo que usted señala: sólo eran intereses y aquello de hoy por ti mañana por mí... Sí, definitivamente es usted un hombre con mucha suerte en la vida... Que tenga buena despedida del día...
-Bueno, hubo de todo y, en cualquier caso, siempre los hay más afortunados; pero quizás no tan conscientes de mis limitaciones... Descansa, querido Rogelio...



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios