martes, 23 de agosto de 2016

HABLANDO EN SILENCIO

Nunca he podido soportar por mucho tiempo el que alguien cercano a mí, a mi presente o a mi pasado, se sienta mal conmigo, o esté afectado por algo que hice o dije, con o sin aquella intención que la otra persona cree que tenían mi acción o mis palabras...
Tampoco nunca he podido sentirme mal con alguien por algo que me hubiese hecho (o dicho) sin aquella intención; o con aquella, pues siempre suelo tener un cierto Síndrome de Estocolmo y perdono enseguida esas cosas por considerarlas propias de los seres humanos; del mismo modo que yo mismo, y muchas veces, cometo errores y puedo molestar a más de uno...
Quizás es que no puedo vivir con ese malestar de fondo; o quizás es que soy tan débil que necesito la fortaleza de los demás para sobrellevarme: sólo puedo ser feliz cuando las personas que me importan lo pueden ser. Y siempre siento la desdicha en la menor contrariedad que sufran aquellos; con más razón, aún, si aquel daño lo he provocado yo con mis actos o mis palabras...
Y así, en silencio, cada noche, cada día, pido a mis dioses -sobre todo al dios del azar, que es el rey de todos ellos- que atiendan mi petición y sea así perdonado por aquellos que se hayan sentido alguna vez soliviantados por mis actos o mis palabras... Todos ya saben que, en reciprocidad, yo siempre los perdono, porque no me cuesta trabajo al ser una necesidad .
Claro que cuando el daño es por deslealtad, quizás perdone también, pero nunca olvido... Perdonar es para mí una necesidad vital como la sangre que recorre mi cuerpo, pero olvidar una deslealtad, eso no puedo, por ahora, conseguirlo...
En cualquier caso, una vez más pido perdón si en algo falté a alguien...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios