miércoles, 4 de marzo de 2015

VÉRTIGO

Los que me conocen saben de mi vértigo; a casi todo, pero en especial a las alturas, cosa que me sorprende porque de pequeño era todo lo contrario; claro que uno era todo lo contrario cuando pequeño en casi todo menos en lo esencial: lo que de verdad somos estará para siempre en la infancia...
He bajado a la playa, al mar de enfrente, y me traje como siempre la oficina; entre otras cosas me vine con este delicioso libro de Rafael Argullol, el poeta, el filósofo, el profesor de estética (¡qué maravilla de oficio!: -enseñar lo hermoso!!!). Uno de esos libros de permanente uso y abuso que tanto amo... Uno de esos, como dice mi admirado Karmelo C., que se leen abriendo por cualquier lugar, sin orden, sin guía... Y leo un pasaje que me ha recordado aquel día que crucé el puente que une el Parador de Cuenca con la ciudad a través de las casas colgadas sobre el río... ¡No he pasado más mal rato que entonces!; y recuerdo que me sucedió lo mismo: no podía ya regresar porque era lo mismo que me faltaba para finalizar... Y sobre todo, el qué pensaría de mi el personal que me veía sudar!!!

Dice Rafael Argullol:
"Una tarde de verano de 1958 o 1959. Ribes Roges. Noto una gran presión en el cuerpo, como si la carne quisiera estallar y salir de la piel. El corazón late con tal fuerza que no oigo nada más. El otro extremo del puente está tan lejos que sencillamente no lo veo. Estoy arrepentido de haberme dejado arrastrar. Era preferible pasar por un cobarde, que es lo que al fin y al cabo soy. Pero ahora no hay marcha atrás. Me moriría de vergüenza. Siento sus ojos clavados en mi espalda...
... No puedo dejar de mirar a hacia abajo..."

Rafael ARGULLOL (Visión desde el fondo del mar. Acantilado. Barna 2010)


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