Llevo varios días inquieto; entre mis mareos (que poco a poco van remitiendo), mis tardes escasas y sus rápidos crepúsculos, apenas nada que conmueva mis adentros, o que exageren mi vivir: porque para vivir con consciencia necesito zarandeos y movimientos que me conmocionen y sorprendan; de lo contrario, me apeo del mundo por ajeno; me recluyo de las afueras por extrañas; y me devoro en la autocomplacencia de mis vómitos estériles, revulsivos y repulsivos...
Y ya, para entonces, sólo habita en mí la vulgar realidad de la nada...
Como le sucedía también a Pessoa, yo "nunca vi en mí más que una romería de inconsciencias para el otoño de mis intenciones".
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