miércoles, 11 de febrero de 2009

NOTAS AL MARGEN...

11 DE FEBRERO

Ayer estuve con mi sobrino Nono, el adelantado. Y me llenó de ternura el verlo, pariendo libros hermosos, haciendo lo que verdaderamente le gusta. Y me dije: ¡cuánta suerte es hacer en la vida lo que a uno le gusta!...
Reconozco que pertenezco a una generación que tuvo que trabajar donde pudo; por aquellos entonces, los años 70, España padecía una enorme crisis económica con un tejido productivo escaso y trasnochado. Y excepto para con algunos privilegiados, la vida nos fue ofreciendo las escasas oportunidades con las que tuvimos que congeniar. 
No me quejo, pero sí puedo asegurar que los de mi generación no tuvimos muchas oportunidades donde elegir.
Por eso me llenó de ternura el ver a mi sobrino Nono haciendo lo que le gusta: editar bellísimos libros...
Y entre ellos, reciente, destaco uno de poemas de Carlos Pranger, cuya infancia la vivió cerca de Brenan. Se llama "Las penumbras del loco", y dicen así algunos de sus versos:

El destierro de la belleza
comenzó aquella tarde
ccuando el espacio
dejó de ser infinito
y los enigmas decrecieron...

Ayer estuve con mi sobrino Nono; era febrero y había sol...

10 DE FEBRERO

Desayuné tarde: la vida en invierno, por el Sur, verdaderamente empieza cuando el sol anima; los que por aquí vivimos en invierno sabemos que normalmente sale el sol, llegando a exigirlo como componente esencial para el inicio de nuestros días. Y tras ojear la prensa digital y el correo, partí hacia Coín, donde me esperaban gestiones de bancos. 
Lo hice a través de Marbella, sabiendo que -al fin- se han iniciado las obras de adecentamiento de la carretera Fuengirola-Mijas-Coín. Y ciertamente, me acompañó el sol, un sol ya cuasi primaveral y que necesito diariamente para mi propio bienestar, y por ende, para el bienestar colectivo: siempre vemos a los demás a través de nosotros, no a través de ellos; y si nos encontramos bien, encontraremos bien a los demás...
De regreso, y en la comodidad del nuevo vehículo, se divisaba el mar azul, a lo lejos, con una nitidez nunca antes vista. Y de aquella grandeza, de aquella enormidad extraje la más bella imagen que jamás llegué a contemplar antes: los cielos celestes besaban los mares azules de la costa africana...
Y aquella imagen prodigiosa, aquel instante único, me sirvió para lo que quedó del día... 

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