Y uno clama a sus dioses; y solicita piedad, amparo, clemencia...
Pasan las horas y no se ve el final del túnel; y para cuando amanece, el cuerpo está derrotado y no sólo físicamente...
Y al fin se alcanza cierta calma; cuando inhalas las necesarias cortisonas; cuando, por fin, los bronquios me dan cierta tregua...
Pero para entonces, el cuerpo está muy golpeado, y el alma tristemente desconsolada: ¡dios mío!, ¿por qué me has abandonado?...
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