viernes, 9 de noviembre de 2007

LAS COSILLAS...

No duermo bien; creo que desde que me reconozco no duermo bien... Sí, nunca dormí bien... Amanecía temprano (con o sin tambor), porque nos acostaban muy temprano (oíamos Radio Gaceta de los Deportes de Radio Nacional en la cama, un espacio que se emitía a las 20,30 horas), o porque me daban miedo las sombras y no terminaba de conciliarme con la noche y sus fantasmas... Y despertaba a los mayores, con tambor (como el de hojalata de Grass, en protesta por el comportamiento de los adultos), o luchando contra los fantasmas ocultos tras las enormes puertas de los dormitorios de nuestra infancia; dormitorios llenos de humedades y de frío; humedades y fríos que pretendían quitarnos con unas pesadísimas mantas dobles y unas camisetas enormes, gordas y también muy pesadas... Y recuerdo a madre, tras lavarnos y mal secarnos, muertos de frío, poniéndonos aquellas pesadas camisetas mientras rezaba no se sabe qué letanía para protegernos de las enfermedades y de los miedos al mundo...
Sí, los inviernos de mi infancia fueron húmedos, fríos y pesados, muy pesados...
Y hoy, como al parecer la patria del hombre es su infancia y cumplir años significa que cada vez tenemos menos tiempo para jugar, cuando además no respiro lo suficiente y necesario, tampoco duermo bien...
Y me despierto mucho; con la boca seca; con los pañuelos a mano; con los temores y los malestares...
Y con fantasmas; nuevos, pero también espantosos y enormes fantasmas...