martes, 29 de julio de 2025

EDUCACIÓN...

La formación, la educación, es la pieza clave en una sociedad democrática que aspire a la igualdad de oportunidades, única igualdad en la que creo y sin la cual ninguna otra sería posible…
Pero la educación no es llegar a tener un título universitario o un doctorado en no se sabe qué materia.
Y así, como un complejo ancestral en muchas capas de la clase media de la Europa del Sur, un país como España, tras extenderse las universidades por todo el territorio español, además del nacimiento del “negocio” de universidades privadas de escasa calidad y de dudosa solvencia docente, adolece de un exceso de profesionales universitarios frente a una enorme escasez de hombres y mujeres provenientes de la llamada Formación Profesional…
Es verdad que se ha democratizado la educación universitaria; en mi generación eran determinadas capas sociales las que podían permitirse mandar a sus hijos a la Universidad, salvo algunas pocas y mal dotadas becas, becas que eran muy exigentes respecto al resto de estudiantes si el becado quería mantener la beca…
Por tanto, fue un avance social la universalización de la educación pública en todos sus rangos, siendo la educación pública la única que podía y puede garantizar la igualdad de oportunidades de la que hablaba antes. Pero la escasez de inversiones en la enseñanza llamada “Formación Profesional”, de la que venimos hablando desde hace décadas, también desde hace décadas no se ha invertido lo suficiente ni se ha luchado contra una incierta denigración social de un oficio profesional frente a un título universitario, cosa muy propia de un país de nuevos ricos como es el nuestro, donde las clases medias aspiran a ser burgueses, cuando no a aristócratas de medio pelo buscando que la Casa Real les conceda un título de conde, duque o marqués; una Formación Profesional tan necesaria para un país donde una economía tan mayoritariamente de servicios como la de nuestra España…
Pero lo más grave de todo esto que se ha venido en llamar “titulitis” es que ha alcanzado niveles que nunca creí podíamos llegar a alcanzar. El caso de la señora Noelia Núñez ha destapado un asunto de extrema gravedad, en el sentido de que uno esperaba esos comportamientos en otras generaciones anteriores a las de esta exdiputada, pero resulta que no: la gente joven ha caído en la titulitis también, como si para dedicarse a la política fuese necesario un título universitario, olvidando que grandes líderes políticos españoles y mundiales apenas tenían estudios de tipo alguno. Claro que, lo que no es admisible a estas alturas es que una joven de apenas 33 años mienta en su currículum más de dos y tres veces, demostrando así que es víctima de un complejo de inferioridad y de una inaceptable y grave mentira…
En política no se puede mentir y la diputada Núñez ha sido obligada por su partido a dejar lo público; quizá en modo cortafuego: al parecer abunda ese complejo de inferioridad en las altas esferas de los poderes del Estado español…
Nada nuevo en esta permanente tragedia española…
Por último una reflexión: del mismo modo que no es necesario tener un título universitario -público: los privados ya sabemos que son aquellos donde hasta dan clases los sin títulos y donde estudian los que en la pública no pasarían de primero de carrera-, tampoco es de recibo caer en el discurso de la apología de la ignorancia, ese que tanto abunda en esta banalización y vulgaridad que nos lleva sin rumbo ni destino…
(Foto: Universidad de Salamanca)



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