domingo, 22 de mayo de 2022

LIBRO DEL SOSIEGO (Rogelio me llama desde Lisboa)

Ayer, por la tarde-noche, me llamó Rogelio Garret desde Lisboa… Y una vez más no desaprovechó la oportunidad para recordarme que sigue en Lisboa porque teme aún a la Covid. Le tranquilicé, en el sentido de que estando vacunados coger el virus tiene ya menos riesgo sanitario; pero aún así, Rogelio se me erige en defensor de toda prevención, por pequeña que sea…
En cualquier caso, le comenté que por error y no fijarme bien había salido a la calle con calcetines de distinto color (uno azul y el otro negro, casi indistingibles) y que me sentí toda la mañana incómodo… Y me dijo que se acordaba de una anécdota que en su día le comenté… Y es la siguiente:
Contaba mi madre que su suegro, el abuelo José García, dejó a una novia porque una tarde en la que habían quedado en pasear se presentó con una carrera en la media que mi abuelo detectó en seguida… Y claro, anuló el paseo y la llevó a su casa…
Supongo que he heredado esa manía del decoro y así ayer no veía el momento de regresar a casa para cambiarme de calcetines… Y fue entonces cuando Rogelio me dijo:
-Señor, no es para menos; tanto lo de su abuelo como lo de usted, que está claro ha heredado esa compostura y decente actitud cívica…
-Sí supongo que es herencia genética… Y es que siempre me digo lo mismo cuando veo a gente desaliñada por la calle: -si así va por las calles, ¿cómo estará en la intimidad de su casa? ¡Pobres convivientes!, me digo, de tenerlos… El abandono de uno mismo, al cabo, es el desprecio hacia todos los demás también…
-Lleva toda la razón, Señor… Aún recuerdo cómo en la casa de mi Señor de Kensington, en Londres, si bien durante el día cada cual iba ataviado con lo exigido por el protocolo de una casa aristocrática, al llegar la hora de la cena todos subían a sus aposentos y bajaban al comedor con trajes de noche las señoras y los señores con smoking…
-Hombre, Rogelio, supongo que eso sería cuando tuviesen un invitado a la cena ajeno a la familia, ¿no?
-¡Para nada, Señor!… Aunque no hubiese invitado alguno a la cena, todos los miembros de la familia se vestían para la ocasión como he señalado…
-Igual que hoy en las familias españolas, ¿no?...
-¡No me tire de la lengua, Señor!... Es indecente como va hoy la gente por la calle y como seh denigran cuando llegan a casa y dicen que se van a poner cómodos… ¡Qué espanto!!! ¡Lo que se podrá ver por aquellas casas!!!
-¡Rogelio, que estamos en el siglo XXI, que ya no son los tiempos aquellos de tu Señor de Kensington!!!…
-¡Señor, me sorprende usted, y perdone mi tono y mi forma brusca!!! ¡Claro que sé que estamos en el siglo XXI y que hoy la gente ya no respeta norma alguna de convivencia y “savoir faire”!... ¡Pero al menos déjeme añorar aquellos tiempos ya idos y renegar de la decadencia estética y moral del mundo de hoy!!!
-Vaya, no pretendía exaltarte ni contrariarte tanto…
-Señor, perdóneme usted: nunca debí elevar el tono. Soy su mayordomo y debo respeto a mi Señor…
-Vaya, otra vez con lo de mi mayordomo; te lo repito una vez más: no eres mi mayordomo… Pero en fin, parece que necesitas sentirte tal cual…
-Señor no es esa la razón; sólo es mi forma de agradecimiento por lo que hizo conmigo cuando nos conocimos en La Carbonería de Sevilla…
-Ay!!!, aquella mítica Carbonería!!! Qué buenos tiempos, eh!, Rogelio!!!
-Inolvidables, Señor… Bueno, veo que ya es tarde y tiene que descansar… Le deseo buena noche… Y por cierto, otro día hablaremos del Rey Emérito: en Portugal están espantados con esta historia…
-Sí, ya hablaremos de este hombre que nos ha sorprendido a todos, aunque desde hace muchos años muchos de nosotros ya sabíamos demasiadas cosas… Pero continuar erre que erre habiendo abdicado, eso no es perdonable… Buenas noches Rogelio. Que descanses…
P.D. -Le dejo aquí, Señor, este artículo interesante, aunque sea del año pasado.

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