domingo, 2 de septiembre de 2018

LA PANDILLA

Amanezco tardío tras un sábado más que nos convocó nuestro líder, nuestro querido Jimmy (José Luis). Y como siempre, el último sábado de este cansino y caluroso verano que apenas me deja respirar tras regresar de mi amada Galicia
Y como todos los años que nos convoca nuestro líder juvenil, tenemos comida-celebración de la pandilla, aquella que un puñado de jóvenes componíamos en aquellos años, cuando la vida aún no iba en serio... Y aunque nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos físicamente, por instantes, aunque sólo sea un pequeño momento detenido, sentimos que el tiempo no ha pasado y que nos espera toda una vida por vivir aún; y, sobre todo, que las afueras mantienen señales de futuro... Y aunque sólo sea por ese instante detenido en el tiempo, y por unas risas, por unos gestos, ya merece la pena el reencuentro...
Siempre fue en Coín; siempre es cada año, en Coín; por donde los fines de semana y las vacaciones (excepto parte del verano que mi gente y yo íbamos a Tolox, al campo de Tolox, donde la vida se hacía eternamente dichosa) nos alejábamos de los Agustinos, de lo oscuro, de lo siniestro, de los libros tristes (qué tortura fueron los libros de textos de mi generación; aún no comprendo mi pasión por los libros; quizá mis mayores, mis hermanos mayores y mi madre, me ayudaron a ello; porque, ¡qué poco ayudaban aquellos tristes y feos libros de texto al hábito de la lectura!).
Sí, siempre en Coín, por donde por sus calles, campos y huertos sentíamos que éramos libres de verdad, más allá de los horarios (en casa no se podía uno retrasar a la hora de comer o cenar; hoy cada uno come en la cocina de aquella manera; por entonces, madre aguardaba al último en llegar al comedor, y si se retrasaba se le llamaba al orden). Y por donde era la vida, y por donde nos quisimos comer el mundo...
Ayer, de nuevo, y en Coín, fue un nuevo reencuentro; hubo risas; hubo sonrisas... Y hubo recuerdos hacia los idos, a los que no sólo echamos de menos sino que no les perdonamos el que nos hubiesen dejado tan solos y para siempre...
Y será eso, lo que nos une, lo que permanece aún en nosotros, porque fue importante; porque nos dejó algo que morirá sólo con nosotros, y que, aunque ya no somos los mismos, al menos por unas horas, queremos seguir siéndolos...
Porque, por aquellos entonces, la vida aún no iba en serio, y nos esperaba el mundo lleno de canciones y de poesía...
P.S. Gracias, querido Jimmy...


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