CUANDO los días... (de nuevo será pronto, muy pronto)
Un año más, pronto, muy pronto, volveremos a Tolox; allí, donde los veranos en aquella casa, al lado de la plaza; aquella plaza que cada tarde regaba Rafael "El Bizco" y que nos mojaba... A los niños que salíamos precisamente a que nos mojara... Y luego él se escudaba en que era bizco y que no nos había visto... Una escena muy felliniana e imborrable en mi vida...
El jardín de Coín fue nuestro más bello paraíso, sí; con palmeras y aguacates; y mandarinos; y arriates de flores para niños escondidos de aquel mundo de entonces, tan ajeno, cruel y lleno de miedos y mentiras... Pero el otro jardín, el de Tolox, aquel enorme jardín, donde unos delgados y elevados cipreses que divisábamos desde las colinas, que rodeaban el valle y nos señalaban las lindes, los contornos, los espacios..., aquellas tierras donde siempre quisimos vivir, crecer y olvidar..., aquel jardín siempre fue nuestro más deseado lugar...
Desde entonces, aquel campo, la Vegueta, aquel pueblo, Tolox, siempre nos acompaña de manera inevitable en nuestras vidas... Y no sólo fue inevitable para una, la mía, sino para más de cuatro generaciones... Claro que, allí también aprendimos muy pronto, quizás excesivamente pronto, que la vida venía en serio: desde muy temprano tuvimos que aprender a sufrir y a ser fuertes, como su arboleda de almendros y olivos recios y centenarios... Pero, al menos yo, nunca logré la fortaleza necesaria para la vida que me esperaba: he sido desdichado las más de las veces. Me salvó siempre mi sentido del humor, ese reírme de mí mismo en todo momento y lugar ajeno, extraño, doloso...
Sí, siempre que la vida me duele, siempre que me persiguen las sombras, cuando las crueldades del mundo, cuando los miedos y tristezas, siempre regresa mi memoria, mi patria, a aquel jardín; a aquel pueblo; a aquella casa que olía a flores, a campos verdes, a vida; donde techos pintados y vidrieras al modo modernista tras la puerta del zaguán, aquella que daba a la botica del abuelo, donde tarros de farmacia antiguos y un coqueto mostrador...
Y donde olíamos a pólvora de San Roque cada mes de agosto; y a tierra mojada cada tarde en la plaza; y a balneario de aguas amargosas y a eucalipto, y a higueras y a juncos, cerca del trigo de la era, donde cada junio "Juan el Bote" y sus hijos nos subían en la silla de trillar antes de, por las tardes, pastorear las ovejas hasta el río...
Desde entonces siempre me queda y quedará Tolox... Y por eso, cada año, como haré pronto, como volveremos a hacer pronto, regresaré, regresaremos a Tolox y a La Vegueta...
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