domingo, 25 de febrero de 2018

CONFESIONES DE UN EREMITA HETERODOXO Y ATEO (XV)

Llamo a Samuel; le digo que no me interrumpa, que necesito explayarme, hablar, desahogarme... Y comienzo a hablar sin descanso:
-Muchas veces siento que lo que yo pienso no es nada, ni tiene valor alguno, como de cierto así es; porque nada soy y mi ser es el que es, sin importar más que a un puñado de seres humanos que como yo también se sienten poca cosa, como sé que saben y sé.
-Por suerte o por desgracia, -continúo- mi opinión sólo es una, no la de todos. Y resulta que la de todos ha dibujado un mapa social, humano y político complejo; porque compleja es la sociedad en la que vivimos...
Y me parece patético leer lo que leo a diario con tanto rasgarse las vestiduras de tantos y tantos, cuando sólo son poses mediático-políticas en el contexto de un business o de un proyecto de marketing personal...
-¿A qué juegan?, -le digo y me pregunto a diario. ¿Acaso no saben aún que sólo somos supervivientes?
Decía Oscar Wilde que detrás de toda obra de arte hay una gran miseria, y es verdad; imaginemos, pues, lo que hay detrás de cada obra de lo cotidiano y tan eso vulgar del vivir y existir...
-Sí, si en el arte hay miserias, ¿qué no habrá en este lodazal de mediocridad proclamando miedos y acusando a los otros de lo que aspiramos a ser o desear?, -le pregunto en voz alta...
-Sí, la envidia siempre aparece de manera siniestra y cruel, -me responde Samuel...
-Pero también, a veces, demasiadas veces, siento que estoy y vivo en un desierto; o peor aún, en un lodazal donde se enterró todo signo de vida, de inteligencia y de razón... Como un regreso precipitado a la nada que fuimos y que pronto seremos de nuevo de manera inexorable...
Samuel enmudece y yo también. Le pido disculpas y nos despedimos hasta mañana. Sé que en el fondo está pensando que el que necesita ayuda soy yo...


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