viernes, 19 de enero de 2018

CONFESIONES DE UN EREMITA, HETERODOXO Y ATEO (III)

Me manda Samuel un whatsapp donde me dice que ha regresado a Nietzsche, al que leyó siendo joven y autodidacta, y que le dejó marcado de por vida; como también lo hicieron Nicolas Chamfort, Arthur Schopenhauer y François de La Rochefoucauld, entre otros...
Posteriormente, me dice, leí a Unamuno, a Ortega y, cuando ya creía superado aquel pozo amargo en su formación sentimental sobre la historia de España que le dejó la Generación del 98, en los primeros años 80 del pasado siglo leyó a Pessoa, en portugués, idioma que lee pero no habla bien, lo que le hizo regresar a aquellos años donde Unamuno, Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín y Antonio Machado, entre otros, le hicieron entender el sino de la Iberia...
Y me deja esta pequeña reflexión de Nietzsche:
"Si queremos quitarnos de encima a alguien, sólo necesitamos empequeñecernos ante él -eso causa un efecto inmediato sobre su vanidad y saldrá corriendo"
(F. Nietzsche) 
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Estoy comiendo en un local de uno de los centros comerciales de la urbanización...
Me atiende una camarera muy guapa; sus compañeros ya me conocen de otras veces, pero ella parece nueva...
Cada vez que pasa por mi mesa, cerca de mí, me mira y me sonríe... Lógicamente, le devuelvo la sonrisa... Así una y otra vez...
Quizás una forma de estar vivo sea ser complaciente con la bondad espontánea; y, sobre todo, con la ternura de un gesto gratuito y hermoso...
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P.S. Se lo tengo que contar a mi amigo Samuel, el eremita sin ermita, heterodoxo y ateo...
Mañana le invitaré al aperitivo.


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