"...Hoy he terminado 'Mortal y rosa' después de una lectura discontinua y sofocante...he telefoneado a mi madre. Sólo quería escuchar una voz, charlar un poco, romper la quietud de la casa. Me conformaba con unas frases banales y un par de chistes, pero enseguida le he contado que acababa de leer 'Mortal y rosa'. Y le he dicho que me ha traído mucho bien y que a la vez me ha desgarrado algo que está en la nuca, justo debajo del cerebro, en el punto donde algún filósofo antiguo ubicó el alma. Y le he dicho que de todo lo que he leído sobre niños muertos, sobre padres huérfanos y sobre enfermedad y ruina, 'Mortal y rosa' es, con mucho, el libro más bello, hondo y suicida que he sufrido...Y luego le he leído un párrafo final. Un párrafo en el que Umbral dialoga con su hijo muerto. Y no he podido terminar de leerlo. Y he llorado como hacía días que no lo hacía. Y mi madre ha llorado. Y me he sentido culpable por hacer llorar a mi madre. Y nos hemos despedido. Y he colgado. Y me he quedado de pie, solo, bajo el fluorescente de La Cocina, mirando la sonrisa permanente de Pablo enmarcada en madera blanca..."
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