miércoles, 18 de enero de 2017

DIVAGACIONES EN UNA TARDE VAGA...

Nunca fui rencoroso... Es más, nunca entendí cómo había gente que lo era y cómo abundaba aquel sentimiento del rencor...
Quizás me educaron tan mal que no lo hicieron para ser fuerte y ganar batallas en este loco mundo, sino para sobrevivir en él con una cierta melancolía ante los fervores caídos...
Sea como sea, nunca fui rencoroso; hasta tal punto que necesito con urgencia sanar cualquier daño que otro me haya producido aun no siendo aquel otro consciente de haberlo producido en mí...
Y, en cualquier caso, me basta pensar que yo haya podido hacer daño a alguien, de acto o de palabra, para intentar con urgencia infinita aclarar el asunto y resarcir así cualquier atisbo de daño en el otro...
Hablo siempre respecto a la gente que me importa y me obliga... En lo que atañe a la maldad y a sus protagonistas, aquellos los enemigos de la vida toda, ni agua...
**********
Decía Horacio que el avaro siempre anda escaso; es decir, que la avaricia no tiene límites...
Parafraseándolo, sostengo que la soberbia tampoco tiene límites...
Y el soberbio, como el avaro, lo es tanto que no alcanza a comprender que por muy soberbio, o avaro, que sea siempre habrá un soberbio o un avaro más soberbio o avaro que él...
Y es que detrás de un soberbio o un avaro sólo hay un mediocre que ni siquiera se soporta a sí mismo en su infelicidad...
************
Desde que me conozco, me afecta todo lo que le sucede a las personas que me importan... Sólo deseo que los que me rodean, mis amigos y mi gente, sean felices y se les note; porque sólo así yo puede ser feliz...
Mi deseo de felicidad para los demás es, por tanto, un deseo muy egoísta, como todos los deseos que se precien de serlo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios