miércoles, 10 de febrero de 2016

EL SISTEMA (I)

Es frecuente ver a muchos analistas, y /o representantes de la izquierda social o política, criticando eufemísticamente lo que se ha dado en llamar EL SISTEMA. Suelen añadirle el calificativo de ‘capitalista’ para echarle encima toda la culpa de todos nuestros males, incluidos los suyos en particular. 
Quizás aún no han entendido -ni aceptado, quizás por comodidad intelectual- que el mundo ha cambiado. Sí, en el pasado el mundo se sustentaba en ESTADOS SOBERANOS que definían un territorio con fronteras tuteladas por ejércitos, con una moneda y una política exterior propias, y donde se desarrollaban y crecían negocios y empresas creados por empresarios con nombre y apellidos, empresarios que, si bien creaban riqueza los Estados no la redistribuían suficiente y eficazmente, lo que provocó revoluciones y conflictos varios tras las revoluciones burguesas de los pasados siglos. 
Muchas de aquellas revoluciones y protestas fracasaron aunque obligó a muchos estados a ser democráticos de verdad, a la implantación del sufragio universal y a otorgar el poder soberano al pueblo. Más tarde llegó la revolución rusa; y llegó la Gran Depresión del 29; y llegó Hitler; y llegó la última Gran Guerra; y llegó Keynes y, con él, el Estado del Bienestar en Europa…
Y después de años de silencio en la otra Europa, llegó la caída del Muro de Berlín; y llegó la globalización, la liberalización económica y el euro a nuestro entorno; y llegó el triunfo del sistema. Sí, triunfó el SISTEMA. Un sistema sin nombres ni apellidos: los dueños de las empresas ya no son ciudadanos sino fondos de inversión, fondos de pensiones, inversiones sindicadas, pequeños ahorradores y grandes, con nuestras cuentas corrientes y nuestros pequeños ahorros que son usados por los banqueros sin saber nosotros qué inversión sostienen pero con nuestro consentimiento, pues les pedimos encima dinero prestado de otros… Por otra parte, los ESTADOS, ansiosos de capital exterior que dinamicen las economías locales y las hagan crecer, no siendo suficiente el ahorro interno para aquellas inversiones, pues eso, apostaron por la globalización financiera, algo menos por la comercial (cupos, acuerdos bilaterales, etc) y poco la humana (en tanto la mano de obra barata de la inmigración fuese necesaria, so pena de conflictos con lo población interna que teme por su trabajo). Y claro, se produjo la actual crisis financiera al disponer el sistema financiero mundial de casi todo el poder: no tenía regulación alguna ‘el sistema’, lo que hizo que tarde o temprano se derrumbara ante los abusos -como los hubo, ¡y de qué tamaño!- con las ya famosas hipotecas subprime en EE.UU.
Sí, es cierto: los estados han reaccionado con lentitud y de distinta forma, como siempre en la historia; pero ya saben que el mundo necesita de una gobernanza que regule el comercio y las transacciones financieras. Y tarde o temprano así será, salvo volver a vivir procesos de tensiones financieras mundiales. En suma, los responsables políticos mundiales saben que la economía globalizada necesita regulación y nuevas estructuras políticas. Como en Europa, al menos en la zona euro, ya sabemos (y saben sus líderes) que hace falta una Europa política, no sólo comercial.
En cualquier caso, no se vislumbra alternativa alguna al llamado ‘SISTEMA CAPITALISTA democrático’ (sin democracia no hay sistema alguno viable), ese sistema al que todos critican como el culpable de todo, sin querer reconocer que el sistema somos todos y que todos los demás ‘sistemas’, hasta la fecha, han fracasado: se superó el feudalismo y la esclavitud, como fracasó el comunismo en Europa y en el mundo; y como también han fracasado el fascismo (aunque aflore en tiempos oscuros, como siempre) y el liberalismo, y sólo la socialdemocracia sigue siendo la alternativa en lo político.
Los estados tienen, por tanto, una enorme labor por delante: ya no son las estructuras que la ciudadanía necesita como contrapoder frente a los poderosos poderes sin nombre ni apellidos que dominan hoy el mundo; repito, no nos engañemos; ese poder es oculto, sin nombres ni apellidos, porque ese poder somos todos nosotros; es verdad que unos más que otros, pero todos nosotros somos el sistema; y, hasta la fecha, el menos malo, como decía Churchill de la democracia.
Sí, reconozcamos el triunfo del sistema, al que llamamos eufemísticamente con desprecio capitalista, pero que es hasta la fecha el menos malo de los sistemas. Y seamos más honestos intelectualmente.
¿Acaso China es el modelo?
¿Lo es Cuba?
¿Lo fue la URSS?
Me quedo con los países nórdicos, donde un sistema fiscal eficiente y suficiente, solidario y redistribuidor de rentas y riqueza consigue una cohesión social altísima que posibilita la igualdad de oportunidades (única igualdad en la que creo) a través de un pacto social donde todo ciudadano tiene acceso gratuito a la cultura, a la salud, a la educación y la bienestar durante toda su vida, con los derechos humanos fundamentales y todos, como ciudadanos libres y portadores de deberes también (no sólo de derechos), iguales ante la ley.
Lo demás, palabras, palabras, palabras…
Y sobre todo: MENTIRAS interesadas desde atalayas llenas de miserias inaceptables a estas alturas del mundo de la razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios